2015-11-03 | 13:00
Se requieren menos caloríasComer frutas y verduras mejora la vitalidad en verano
El organismo en verano no necesita trabajar tanto, por lo que consume muchas menos calorías. De ahí que la alimentación debe cambiar y adaptarse al ambiente caluroso. Sin embargo, el comportamiento de las personas respecto a los alimentos también cambia en verano y es más frecuente saltarse comidas, llevar un horario desordenado o comer en exceso como parte de las reuniones propias del ocio y el descanso. Se trasnocha más, por lo que se levanta la gente tarde y no se desayuna, y se consume más alcohol. Los cambios en la rutina diaria favorecen una alimentación caprichosa y descuidada.
Comer en verano no debe suponer perder las buenas costumbres y los hábitos sanos, sino que hay que adquirir una rutina que favorezca una dieta sana ordenada y completa. Deben realizarse al menos cuatro comidas al día y no picar entre horas va a favorecer el mantenimiento del peso y evitar así ganar esos kilos que luego son tan difíciles de perder.
En una dieta veraniega es importante ingerir los nutrientes de modo equilibrado y no olvidar ninguno de los grupos de la pirámide de la alimentación, como grasas, hidratos de carbono y proteínas, pero estos deben cambiar sus proporciones. Las grasas son menos necesarias y se deben reducir, así que es obligado prescindir de comidas grasientas y fritos que pueden hacer más pesada la digestión y que aportan calorías extras innecesarias. En su lugar se puede optar por las verduras y hortalizas, en forma de ensaladas y sopas frías, que se toman frescas y crudas. Estos platos descienden la temperatura del cuerpo. Ya los ciudadanos del Imperio Romano conocían las capacidad refrescante del vinagre mezclado con agua y consumían una bebida, la posca, que refrescaba sus días cálidos por todo el Imperio. Hoy tomamos esta refrescante mezcla en forma de gazpachos y escabeches.
Las grasas ocultan con su mejor cara veraniega en los helados industriales y es necesario estar atentos a las etiquetas y rechazar aquellos con exceso de grasa y consumir solo los de composición más frutal, teniendo en cuenta siempre que es una alimento muy calórico. Por lo tanto, se debe ser parco con los helados y preferir las formas en sorbetes de frutas o con yogur y siempre descontando sus calorías del total de la ingesta diaria. Constituye el helado, pues, un plato y no un complemento de las comidas. Las frituras de pescado son también alimentos tradicionales de chiringuito y aperitivo, pero son excesivamente calóricas y no se deben tomar por costumbre.
Además, comer en verano exige una forma de cocinar simple con carnes magras con poca grasa y pescados a la plancha, al horno, en papillote o a la brasa. Los alimentos cocinados de esta forma apenas necesitan aceite y mantienen todas sus propiedades nutritivas. Los escabeches también son platos fríos muy refrescantes y que se conservan muy bien a pesar del calor.
No deben faltar las frutas en la dieta veraniega, tan variadas y apetecibles durante la época de calor, pero se deben tomar sin azúcares añadidos y como parte de una alimentación completa, no en forma de dietas extravagantes y exclusivas. Una dieta a base solo de fruta no es recomendable, entre otras razones, por su alto contenido en azúcares.
Durante el verano el mejor refresco es el agua. Debe olvidarse el exceso de refrescos y de cervezas y otros alcoholes, como las sangrías, y, en su lugar, consumir dos litros de agua al día. Una pizca de zumo de limón en el agua puede hacerla más apetecible a niños y mayores. No hay que olvidar beber durante todo el día a pequeños sorbos y no solo en las comidas. Una hidratación óptima es la base de una buena dieta veraniega.